En la formulación que realiza Nietzsche del eterno retorno podemos ver que se presenta como un experimento mental: “¿qué pasaría si…?” Nietzsche no afirma nada, simplemente nos invita a pensarnos en una situación determinada. En esta situación se cambia el peso relativo de pasado, presente y futuro. En general, desde el punto de vista cristiano, el mayor peso de la existencia se lo lleva el futuro. Todo se justifica a partir del más allá. Y en todo caso, de lo que no es “presente”.
Si, por el contrario hacemos el experimento de pensar el eterno retorno vemos que, en ese caso, todo el peso de la existencia pasaría al presente. Este es el paso lógico después de afirmar el nihilismo, dar la debida importancia al presente si es lo único que hay. Y en definitiva aquí está la radicalidad del pensamiento de Nietzsche, afirmar que el “presente” como su propio nombre indica, es lo único que existe. Esto ya había sido afirmado en la filosofía (p.e. San Agustín) desde un punto de vista teórico. El reto es vivir de acuerdo a este planteamiento.

EL ETERNO RETORNO Y EL SUPERHOMBRE
Para empezar, cambia el planteamiento de la moral: la voluntad ya no decide en función de nada ajeno a ella, sino que sólo se quiere a sí misma. Una voluntad que sólo se quiere a ella es una “voluntad de poder”.
Y aquí aparece la figura del superhombre:
Como vemos en las 3 transformaciones (Así Habló Zarathustra), la humanidad ha ido cambiando históricamente al hilo del nihilismo. El último hombre primero se ve bajo la figura del camello, aquél que carga con el peso de la obligación moral, del imperativo, sin esperar ninguna recompensa a cambio (felicidad, eternidad o beatitud). Esta es la primera aparición del nihilismo que se muestra en el escepticismo kantiano, en la imposibilidad de la metafísica, en el alejamiento progresivo del paraíso prometido. Cuando el camello se hace consciente del engaño de una moral del deber que exige sin poder prometer nada, se convierte en león: “a qué puede obligarnos algo desconocido”. La refutación de la moral es la refutación del león: se quita de un zarpazo todo aquello que supone una carga. Pero el león todavía tiene resentimiento. Cuando el resentimiento se extinga, el hombre se transformará en niño: aquél que no distingue la verdad de la apariencia: las cosas son lo que son en el contexto de nuestra vida (de la voluntad de poder): el sol es la fuente de luz, calor y vida y no una aséptica bola de átomos de Helio en fisión. El niño es el abono para que pueda aparecer una nueva raza sobre la tierra –culturalmente hablando: el superhombre.
El superhombre es el hombre que habiendo atravesado el túnel del nihilismo y asumiendo la muerte de Dios, se apropia de su esencia: el ser creador de sentido. En definitiva, el superhombre es aquél que es capaz de vivir de acuerdo con el eterno retorno de lo mismo. Nietzsche también lo llama “el más feliz de los acontecimientos”.