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Arte es una palabra que viene del griego techné y designa todo aquello que no es naturaleza. Su campo semántico abarca tanto los productos de la artesanía, como habilidades que nosotros entendemos como ciencia (como la medicina), como lo que denominamos “bellas artes”, pues esta distinción todavía no existía.

Ya hemos visto antes la relación que hay entre el arte y la filosofía como “expresiones culturales”

Sin embargo, la estética como disciplina filosófica es muy tardía y espúrea. Ya para Aristóteles es una ciencia (saber) práctica, pero no es filosofía en el sentido más señalado, tampoco para Platón, ni para ningún filósofo del mundo antiguo, medieval o incluso moderno.

La estética se une a la filosofía en el Romanticismo, en donde a partir de la interpretación idealista de Kant, hecha por el Idealismo alemán, la Estética pasa a ser prácticamente el núcleo fundamental de la filosofía como se demuestra en Hölderlin y Nietzsche, por ejemplo. Ahora bien, hay que aclarar muy bien que se entiende en este caso por estética.

 

EL ARTE Y LA ESTÉTICA

 

La Estética no es otra cosa que la razón atética (no enunciativa, no científica) que se muestra superior a la razón tradicional ilustrada ya fracasada (al menos así lo piensan los románticos) en el s. XIX. Tenemos que a veces un verso, por ejemplo:

 

 “Que la vida va en serio

uno lo empieza a comprender más tarde,

yo, como todos los jóvenes,

vine a llevarme la vida por delante”

Jaime Gil de Biedma

 

señala la verdad de una manera mucho más directa que cualquier enunciado científico. Lo mismo valdría para cualquier otro tipo de obra de arte: el Guernica de Picasso, el David de Miguel Angel, o cualquier película, canción, etc., que podamos considerar seriamente como obra de arte.

De manera fácil de entender se puede decir que el Arte es una forma de verdad superior a cualquier otra y por supuesto a la científica, encasillada en un tipo de discurso muy determinado (que sólo describe el mundo con pretensión de objetividad) pero que nos abandona en lo más importante del saber filosófico: el valor que tiene el mundo y lo que puede ser.

LA CRISIS DEL ARTE

 

La eclosión de la razón atética va ligada al cambio en el paradigma tradicional del arte. La noción clásica de arte entiende que la belleza es la Naturaleza (Aristóteles, la Vida Contemplativa) y el arte sólo lo es por imitación de la Naturaleza. Así, el mundo es perfecto: Dios hizo la Naturaleza de acuerdo a su perfección y el hombre imita a Dios al imitar a la Naturaleza. Este paradigma es válido hasta el s. XIX en que el Idealismo comienza a poner en crisis esta concepción de la Naturaleza.

 

1. No podemos separar la crisis del arte de la crisis de la cultura en general, acontecida después del Romanticismo.

2. El arte ha ido acompañado históricamente de un término tan misterioso como es el del gusto estético. El gusto estético produce acuerdo entre los expertos pero no unanimidad.

3. En el s. XX el arte se convierte en una mercancía sometida a las leyes de mercado. Por ello, para un no experto es difícil diferenciar una obra de arte genuino de un simple producto del marketing. Y al fin y al cabo, las leyes del capital se mueven por la masa inculta, y no por la minoría experta. En relación con la política, se hace más famoso quien tiene más “conocidos” y más oportunidades de exponer su obra. En relación con la economía, se hace difícil de distinguir el arte del entretenimiento (por ejemplo en el cine).

4. La crisis del arte representativo no tiene nada que ver con la crisis del arte, ya que la crisis del arte representativo se forma a partir del invento de la fotografía, puesto que deja de tener sentido representar la realidad “tal y como es”. Las corrientes psicologistas y subjetivistas en filosofía y literatura ponen bajo sospecha la expresión “tal y como es”. A partir de Nietzsche sólo hay perspectivas, no la cosa. Este es el origen de movimientos tales como el impresionismo y el expresionismo.

5. El encumbramiento creciente del artista, ya desde el Renacimiento, ligado al concepto de “genio”, hace que éste sea más importante que la propia obra, por lo que se hace más difícil valorar el peso específico que tiene una determinada firma en una obra.

6. La sociedad de consumo contemporáneo ha traicionado una de las premisas básicas del arte, y es que es imposible separar una obra de su manera, lugar y momento de exposición. La mayoría de obras expuestas en museos no fueron hechas para ser expuestas en museos, y carecen de sentido así expuestas.

7. Se ha generalizado la fatídica costumbre de mezclar el arte con el discurso filosófico, “intentándolo explicar”, con lo cual pierde tanto el arte como la filosofía.

8. Todo lo anterior nos lleva a un debate en torno al espectador. El espectador no tiene la formación y la cultura adecuada requerida para la contemplación de la obra. Por otro lado suele ser un espectador pasivo que simplemente recibe (acostumbrado al entretenimiento). Hay que distinguir el pseudoarte hecho para el espectador masa del verdadero arte que reclama tiempo y una actitud determinada. En general en la sociedad de las prisas, del estrés, del consumo y del tener no estamos predispuestos para el disfrute del arte.

 

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