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El humanismo de Marx es, sobre todo, una crítica del humanismo burgués que se basa en la filosofía idealista y que legitima la explotación capitalista. Por otro lado, dada su concepción práctica de la filosofía (no se trata de entender el mundo, sino de transformarlo) su humanismo crítico deviene liberador. 

 

Las características esenciales de la antropología marxista tienen que ver con la función asignada a la praxis y sobre todo al trabajo. En principio, el trabajo es aquello en lo que consiste la autorrealización del hombre. El hombre, a través del trabajo desarrolla lo más íntimo de su ser, de alguna manera, se hace a él mismo. Pero esto, además no ocurre a nivel individual, sino, sobre todo, a nivel social. El hombre no es otra cosa que un nudo de relaciones sociales y la humanidad misma es la resultante de las “relaciones sociales de producción” que juegan un papel fundamental en el marxismo.

HUMANISMO MARXISTA

EL MARXISMO COMO HUMANISMO

Esto tiene que ver con el punto de partida de Marx: la economía. La realidad económica no es más que un aspecto de la esencia social de lo humano. El trabajo entra de manera inmediata en relaciones de intercambio, de manera que la riqueza, los bienes y la producción se socializan automáticamente.

Y aquí es donde aparece el concepto central en su antropología de alienación. El problema de la sociedad capitalista es que es una sociedad que a través de unas pervertidas “relaciones sociales de producción” aliena por completo al ser humano. Es decir, convierte el trabajo –que debería constituir su realización como persona- en algo que no le concierne porque le es robado en su raíz por múltiples mecanismos que pasamos a detallar:

 

  •       Los mecanismos de alienación en el trabajo: a) con respecto al producto. Se trata de la máxima productividad y ello supone suprimir “mi parte humana” (taylorismo, fordismo), b) con respecto a nuestra creatividad, no va a ser tenida en cuenta o puede ser incluso penalizada. En todo caso no se reflejará en el salario, c) con respecto a las relaciones laborales, se trata de que vea a mis compañeros como adversarios o, en todo caso, con indiferencia. d) Se me aleja de las decisiones empresariales. Aquí Marx está pensando en la producción clásica, industrial. Hoy en día no ha desaparecido la alienación en el trabajo, sólo se ha hecho mucho más sútil: es la falsa sonrisa protocolaria del banquero.

  •       Fetichismo de la mercancía. La mercancía, como valor de cambio, tiene un precio que la objetiva. En cambio, este precio depende de las relaciones de producción socialmente existentes. Por lo tanto, oculta la realidad social dentro. Las relaciones sociales se materializan en la mercancía y ahí permanecen alienadas. Dicho en claro: cuando compro unas zapatillas fabricadas en régimen de semiesclavitud estoy validando esa manera de producir. El argumento de “que son más baratas” es el argumento estrella de la cultura capitalista, la cultura del máximo beneficio, y es el mismo por el que se guía el empresario (que también produce “lo más barato posible”).

  •       Plusvalía: El salario que cobra el trabajador no está en relación con la mercancía producida sinó con las relaciones sociales de producción. El trabajador cobra lo que necesita para continuar como tal en una sociedad y un contexto determinado. Éste es el resultado de considerar la fuerza de trabajo como una mercancía como cualquier otra sujeta a las leyes de mercado en un determinado contexto de (des)regulación política.

  •       Ideología: La relación real de lucha de clases (burgueses: aquellos que tienen los medios de producción y proletarios: aquellos que solo tienen su fuerza de trabajo) es transformada por la clase dominante creando una apariencia de “coherencia” con una ciencia, un sistema jurídico, un arte, etc. Todo esto forma parte de una ideología que pretende enmascarar una realidad de lucha. La forma más evidente de alienación ideológica es la religiosa. Según Marx, “la religión es el opio del pueblo”. Hoy en día lo es la televisión.

  •       La Historia: Cuando Marx aplica la dialéctica hegeliana a las relaciones sociales de producción (que para él es la “materia” de la historia) se da cuenta de que la ciencia histórica siempre es ideológica en tanto que pretende justificar el estatus de las clases dominantes: es la historia de los ganadores. Sin embargo, la historia real es el resultado del conflicto material de las clases sociales de un sistema determinado.

 

El hombre se aliena en sus productos, en su obra. Alienarse es sinónimo de convertirse en objeto, en cosa. La alienación tiene lugar tanto en la producción (ya que el proletario del capitalismo produce de manera abstracta, ni siquiera conoce lo que produce) como en el consumo, ya que consume objetos producidos también de manera abstracta. Esta abstración se refleja en el hecho de que la mercancía se convierta en capital de manera primaria, y no en objeto de uso. La alienación económica (plusvalía) es el fundamento de cualquier otra alienación (social, psicológica, cultural, política).

 

Como ejemplo de todos los aspectos de la alienación podemos analizar  la relación del proletario con el capitalista:

           

De acuerdo con el discurso ideológico dominante, el trabajador está más emancipado en la sociedad capitalista que en la sociedad esclavista (en que es propiedad del amo) o en la feudal (en que está ligado a la tierra por toda la vida). Pero en realidad, en esta interpretación ideológica de la Historia se oculta todo un proceso de alienación.

 

En teoría está emancipado porque es libre de aceptar o no un contrato de trabajo en el que intercambia su fuerza de trabajo por un salario. Pero esta "libertad" es sólo una apariencia:

 

          1) En primer lugar, el contrato no se hace entre partes iguales. Mientras que uno posee los medios de producción, el otro, lo único que posee es su fuerza de trabajo. Sólo uno de los dos puede subsistir sin el otro.

 

         2) También hay una explotación porque en todo el proceso de producción hay una plusvalía que se lleva el empresario. Así, sólo ofrece una parte del producto al trabajador. Es decir: al trabajador le ofrece la suma de todo lo que necesita (en una sociedad dada) para mantener esa fuerza de trabajo. Y por otro lado, el trabajador produce con esa fuerza de trabajo. Pero resulta que el trabajador produce más (por los medios de producción, la tecnología, etc) de lo que su fuerza de trabajo necesita. Ese es el origen de la ganancia del empresario.

 

      3) Las grandes decisiones (de inversiones e incluso políticas muchas veces en las democracias liberales) las toman los propietarios de los medios de producción.

 

           4) Esto conlleva una conciencia ideológica de la sociedad, de las relaciones económicas y del producto de trabajo. La ideología capitalista consiste en considerar como eternas y evidentes estas relaciones en lugar de considerarlas como el producto de un periodo histórico.

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