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POLÍTICA MARXISTA

Para Marx, LA POLÍTICA no trata, a diferencia de Platón o Aristóteles de reflexionar sobre la mejor organización posible del Estado con vistas a la extensión pública de la virtud, ni a diferencia de Hobbes o Locke, tampoco trata de constatar las condiciones del pacto social y de la soberanía.

La obra de Marx está indisolublemente unida a la praxis, lo que demuestra tanto la biografía de este autor como el sentido de toda su obra, que puede considerarse como una expresión de una de las famosas tesis sobre Feuerbach (“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”).

Así, toda la teoría política de Marx consiste en el análisis de la sociedad capitalista, la denuncia de sus contradicciones y una propuesta revolucionaria de un nuevo orden social. 

Todo sistema de producción se caracteriza por el tipo de propiedad y por los medios de producción. En el sistema capitalista, los medios de producción son privados y las ganancias también, a pesar de que el trabajo es un beneficio social.

La definición más general de sistema capitalista es la de aquel sistema en el que todo lo que existe es “mercancía”, es decir, objeto de compra-venta. 

Si lo que define la sociedad capitalista es el capital, podemos dividir la sociedad en dos clases: la que lo posee (capitalista o burguesa) y la de los obreros que sólo poseen su fuerza de trabajo. Esto provoca una desigualdad esencial que genera la plusvalía.

 

La plusvalía es la diferencia entre el salario que cobra el obrero por su fuerza de trabajo (cuyo valor de cambio en el mercado es como el de cualquier otra mercancía) y el valor que él crea. El valor que crea siempre tiene que ser superior al salario, sino no sería viable la empresa. Es más, la plusvalía tiene que ser la máxima posible, pues en el mercado capitalista impera la lucha por la supervivencia del más fuerte y el más fuerte es el que obtiene más beneficios. En cada nueva crisis económica se hunden las empresas menos competitivas y aumenta el monopolio del capital.

 

Además, respecto a la plusvalía hay que tener en cuenta que la creación de riqueza por parte del proletario es social: se crea de una vez para siempre y nunca puede recoger los beneficios que realmente crea (por mucho que cobre). Estos beneficios quedan para el propietario de los medios de producción. La producción a través del trabajo es social, pero la propiedad es privada.

 

Para el marxismo estas clases existen en oposición dialéctica, en contradicción, con intereses y prácticas antagónicas y, consecuentemente, en lucha permanente. Si el antagonismo económico lo conocemos como plusvalía (o explotación) a nivel político la burguesía se erige como clase dominante y artífice del aparato ideológico de dominación. El proletariado no se debe conformar con esta situación de injusticia y debe luchar por conquistar el poder del Estado y por destruir el aparato del Estado burgués mediante la revolución socialista.

 

Esta contradicción se muestra también a nivel ideológico, en que la clase dominante difunde su visión del mundo, con la que se pretende mantener esa dominación, entre otras cosas negando la lucha de clases. Frente a la ideología del capital solo está la conciencia de clase. 

 

Así las cosas, el marxismo es también propuesta de transformación: la revolución socialista. A diferencia de revoluciones pasadas la revolución socialista tiene que ser una revolución total, y para eso tiene que ser llevada a cabo por el proletariado, que no es ni una minoría ni una mayoría (aunque numéricamente lo sea), sino la clase universal, ya que en su propio ser expresa la antítesis del capitalismo (aquellos desposeídos de capital).

 

Si la propiedad privada de los instrumentos de producción es la fuente de la explotación y de la creación de las clases sociales, el acto esencial de esa revolución total será la supresión de la propiedad privada de los medios de producción, supresión que acarreará lógicamente la abolición de las clases.

La dinámica de la sociedad capitalista provoca la acumulación progresiva del capital y la pauperización creciente del proletariado y, consecuentemente, conduce al sistema a destruirse a sí mismo.

Ahora bien, si la catástrofe final del sistema capitalista es inevitable, ¿por qué es necesaria la acción revolucionaria? La contestación a esta pregunta se encuentra en la concepción que Marx posee de las relaciones que existen entre lo económico y lo ideológico, entre el ser y la conciencia. La desaparición de la sociedad capitalista como consecuencia de la contradicción que lleva en su interior es inevitable. La revolución socialista lo único que va a hacer es acelerar el proceso, adelantarlo. Pero la revolución sólo es posible porque la destrucción de la sociedad capitalista es un proceso en marcha y de carácter irreversible.

 

LA DICTADURA DEL PROLETARIADO Y LA SOCIEDAD COMUNISTA

La instauración de la sociedad comunista, sociedad sin clases, que surgirá de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, exige una primera etapa en la que el proletariado tendrá que erigirse en clase dirigente y ejercer, a través del aparato del Estado, una dictadura sobre todo el cuerpo social.

La necesidad de esta etapa, que se convierte así en el primer objetivo práctico de la revolución socialista, la subrayan Marx y Engels desde sus primeras obras. En el Manifiesto Comunista se dice: "El primer paso de la revolución obrera será constituir un proletariado en clase reinante, el conquistar el régimen democrático. El proletariado utilizará su superioridad política para arrancar poco a poco a la burguesía todos los capitales para centrarlos en las manos del Estado, es decir, del proletariado constituido en clase dirigente”.

La razón por la que Marx ve como necesaria esta etapa de dictadura del proletariado se encuentra en el hecho de que, al tener que nacer la sociedad comunista de las cenizas de la sociedad capitalista, las lacras que ésta tenía hacen necesario un periodo de tiempo para poder borrar sus huellas.

La etapa de la dictadura del proletariado tendrá, según Marx, una triple misión: desarrollar la industria; aniquilar los privilegios y la resistencia de la antigua clase dirigente; educar a las masas.

A medida que se vayan cumpliendo estos objetivos, el Estado proletario se irá debilitando hasta desaparecer, ya que el Estado, cualquier Estado, no es sino una expresión más de la lucha de clases que se da en el cuerpo social.

Para Marx, la historia de la lucha de clases conduce indefectiblemente, a través de la revolución socialista y de la dictadura del proletariado, a la abolición de las clases y a la implantación de una nueva sociedad, la sociedad comunista, en la que el hombre, individual y colectivamente, será feliz.

 

En la Crítica al programa de Gotha Marx refleja tímidamente su idea de democracia, y por cierto que de manera sorprendente desde una perspectiva actual.

 

1. En primer lugar establece que las democracias burguesas como Suiza o Estados Unidos están más cerca de la democracia real que un estado burocrático como el prusiano.

2. Rechaza el catecismo políticamente correcto del “sufragio universal”, etc. por increíble, si se toma en serio, en el contexto de la sociedad capitalista.

3. Por lo tanto admite que, de manera irremisible, sólo se puede llegar a una situación de verdadera democracia a través de una lucha previa en que se ha de arrebatar por la fuerza el poder a los que lo tienen actualmente, pues no se lo van a dejar arrebatar de buen grado. Ellos sólo aceptarán el catecismo democrático si el posible resultado está bajo su control y supone en todo caso una continuidad del sistema capitalista. A esta lucha la llama “dictadura del proletariado”, y es claramente un periodo transitorio hacia una verdadera democracia, que es donde se pone el acento.

4. Lo más interesante, no obstante, está en los trazos que definen su idea de democracia y que la acercan mucho más a lo que hoy en día entendemos por “liberalismo” que no la socialdemocracia actual.

5. Para empezar Marx descalifica la intención de algunos reformistas de poner el acento en la redistribución de la riqueza, ya que hay muchos matices con respecto a la idea que tengamos de qué significa un reparto justo de la riqueza y por otro lado seguimos en una estructura capitalista mientras los medios de producción sigan en manos de los burgueses. Para Marx lo esencial no es el reparto de la riqueza sino la posesión de los medios de producción que debe ser siempre del Estado, ya que la riqueza que produce la plusvalía pertenece a la sociedad en su conjunto.

6. Por otra parte Marx dice lo siguiente sobre la educación: “lo que hay que hacer es substraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno y de la Iglesia”. Es decir, la absoluta y rigurosa libertad de cátedra, lo contrario de todas las propuestas socialdemócratas conocidas.

7. Con el mismo argumento niega la justicia gratuita, ya que la penal afecta a todo el mundo, pero la civil que tiene que ver con litigios de propiedad afecta mayoritariamente a los que poseen, por lo tanto, no se debe pagar con el tesoro público.

8. También defiende la libertad religiosa aunque al proletariado le convenga liberarse de todo “fantasma religioso”.

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