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TEXTOS DEL ESTOICISMO SOBRE LA VIRTUD

Manual

 

1. De todas las cosas del mundo, unas dependen de nosotros, y las otras no. Las que dependen de nosotros son la opinión, el querer, el deseo y la aversión; en una palabra, todas nuestras acciones.

 

2. Las que no dependen de nosotros son el cuerpo, los bienes, la reputación, las dignidades; en una palabra, todas las cosas que no son acción nuestra.

 

3. Las cosas que dependen de nosotros son libres por su naturaleza, nada puede detenerlas ni estorbarlas; las que no dependen de nosotros se ven reducidas a impotencia, esclavizadas, sujetas a mil obstáculos, completamente extrañas a nosotros.

 

4. No olvides pues que si consideras libres las cosas que por su naturaleza están esclavizadas, y tienes como propias las que dependen de otro, encontrarás obstáculos a cada paso, estarás triste, inquieto y dirigirás reproches a los dioses y a los hombres. En cambio, si sólo consideras tuyo lo que te pertenece y extraño a ti lo que pertenece a otro, nadie nunca te obligará a hacer lo que no quieres, ni te impedirá hacer tu voluntad. No recriminarás a nadie. No harán nada, ni la cosa más pequeña, contra tu voluntad. Nadie te causará ningún daño, y no tendrás ningún enemigo, pues no te ocurrirá nada que pueda perjudicarte.

 

10.  Lo que inquieta a los hombres no son las cosas, sino sus opiniones de las cosas . Por ejemplo, la muerte no es un mal, porque si lo fuera, así se lo habría parecido a Sócrates. Pero el mal es la opinión que se tiene de que la muerte es un mal. Por consiguiente, cuando nos sentimos contrariados, inquietos o tristes, no debemos acusar a nadie más que a nosotros mismos, es decir, a nuestras opiniones.

 

11. Es propio de un ignorante echar la culpa a los otros de sus desgracias; en cambio acusarse sólo a sí mismo, es propio de un hombre que empieza a instruirse; y no acusar ni a los demás, ni a sí mismo, es lo que hace el hombre instruido.

 

14. No pretendas que las cosas ocurran como tú deseas, sino desea que ocurran tal como se producen, y serás siempre feliz.

 

22. El verdadero dueño de cada uno de nosotros es aquel que puede darnos o quitarnos lo que queremos o lo que no queremos. Por tanto, si quieres ser libre, no desees o no huyas de nada de lo que dependa de los otros, si no, serás necesariamente esclavo.

 

25. No olvides que eres actor en una pieza en que el autor ha querido que intervengas. Si quiere que sea larga, represéntala larga, sí la quiere corta, represéntala corta. Si quiere que desempeñes el papel de mendigo, hazlo lo mejor que puedas, E igualmente si quiere que hagas el papel de un príncipe, de un plebeyo, de un cojo. A ti te corresponde representar bien el personaje que se te ha dado; pero a otro corresponde elegírtelo.

 

27. Si quieres ser invencible, no te comprometas nunca en una lucha más que cuando de ti dependa la victoria.

 

42. Debes saber que el principio de la religión consiste en tener opiniones acertadas sobre los dioses, creer que existen, que extienden su providencia a todo, que gobiernan el mundo con sabiduría y justicia, que tú has sido creado para obedecerles, para aceptar todo lo que te sucede y para conformarte con ello voluntariamente como cosas que proceden de una providencia muy buena y sabia. De este modo nunca reprocharás a los dioses, y nunca los acusarán de no cuidar de ti. Pero sólo puedes tener estas disposiciones apartando el bien y el mal de las cosas que no dependen de nosotros, y situándolos en las que dependen de nosotros. Porque si consideras un bien o un mal alguna de las cosas que nos son extrañas, es de toda necesidad que, cuando estés frustrado en lo que deseas. o te suceda lo que temes, te lamentes y odies a los que son la causa de tu desgracia.

 

44. Igual que cuando caminas tienes cuidado de no pisar un clavo o de no torcerte el tobillo, también debes cuidar de que no dañes la parte que es dueña de ti, la razón que te conduce. Si en todas las acciones de nuestra vida observamos este precepto, obraremos rectamente.

 

Conversaciones

 

I,9. Si es cierto que hay un parentesco entre Dios y los hombres, como pretenden los filósofos ¿qué pueden hacer los hombres, sino imitar a Sócrates, y no responder nunca a quien les pregunta cuál es su país: «Soy de Atenas, o de Corínto», sino: «Soy ciudadano del mundo»? Si hemos comprendido la organización del universo, si hemos comprendido que «la principal y más importante de todas las cosas, la más universal, es el sistema compuesto por los hombres y Dios, que de él proceden todos los orígenes de todo lo que tiene vida y crecimiento en la tierra, especialmente los seres racionales, porque ellos solos por naturaleza participan de la sociedad divina, por estar unidos a Dios por la razón», ¿por qué no nos hemos de llamar ciudadanos del mundo? ¿Y por qué no nos hemos de llamar hijos de Dios? ¿Por qué hemos de temer los acontecimientos, cualesquiera que sean? En Roma, el parentesco con Cesar, o con algún hombre poderoso, basta para vivir con seguridad, para estar por encima de todo desprecio y de todo temor ¿y el hecho de tener a Dios por autor, por padre y por protector, no podrá bastarnos para liberarnos de pesares y terrores?

 

II, 5. Es difícil unir y combinar estas dos actitudes, el cuidado del que está sometido a las influencias de las cosas, y la firmeza del que permanece indiferente. Pero no es imposible. Es como cuando debemos navegar. ¿Qué está en mis manos? La elección del piloto, de los marineros, del día, del momento. Después viene una tempestad: ¿qué debo hacer? Mi papel se ha terminado, corresponde actuar a otro, al piloto. Pero el barco se hunde: ¿qué debo hacer? Me limito a hacer lo que está en mi poder: ahogarme sin miedo, sin gritos, sin recriminar a Dios, sino pensando que lo que ha nacido debe también perecer. Yo no soy eterno, soy hombre, parte del todo como la hora es parte del día. Debo venir como la hora y pasar como la hora. ¿Qué me importa cómo paso, si es ahogándome o por una fiebre? Debe pasar por cualquier medio de esta clase.

 

Epícteto. Manual y Conversaciones.

Pero, ¿cuáles son las pasiones fundamentales del ser humano?
Obviamente ha habido a lo largo de la historia muchos recuentos y clasificaciones, todos ellos igual de (poco) científicos, que lo único que pretenden es sistematizar lo que el lenguaje popular ya alude. Todos estos intentos tienen que ver con las diferentes tipologías de personalidad.
Una de las clasificaciones que más nos interesan es el ENEAGRAMA, que en su origen fue un esquema relacionado con el misticismo judío en que los nueve puntos de la figura eneagramática representan nueve principios universales.
Dentro de la tradición Gestalt, Claudio Naranjo sobre todo, lo ha adaptado a un conocimiento más empírico y concreto de la mente humana. Los nueve vértices representan nueve tipos humanos, cada uno de ellos caracterizado por una virtud, un vicio y una distorsión cognoscitiva peculiar.
 

EL CONTROL DE LAS PASIONES Y LOS PENSAMIENTOS AUTOMÁTICOS

 

Podríamos preguntar a los estoicos, “pero, ¿cómo se consigue el control de las pasiones?

En el s. XX, la psicología cognitiva ha vuelto a hacerse eco de la trascendental importancia del control de las pasiones (aunque utilicen otra denominación) para la felicidad humana. Esta corriente de la psicología, tal como índica su apelativo, da gran importancia al conocimiento en todos los procesos mentales, también en los emocionales.

En concreto, han descubierto la gran importancia de lo que ellos denominan “pensamientos automáticos”. Los pensamientos automáticos son aquellos que nos asaltan en nuestro interior de manera continua y sin poderlo evitar. Usualmente son pensamientos aparentemente sin importancia, juicios de valor de lo que nos rodea, temores de lo que pueda ocurrir, afirmaciones universales, juicios de percepción, etc.

Pues bien, estos “pensamientos automáticos” están íntimamente ligados con nuestros estados de ánimo. Si tenemos tendencia a la depresión, estos pensamientos nos ayudan a confirmar que el mundo es deprimente, si estamos contentos tendemos a pensar que el mundo “está bien”, y lo apoyamos con juicios concretos. El sentido común diría que es nuestro estado de ánimo el que “genera” una serie de pensamientos de manera automática. Y hasta aquí no hay ninguna novedad. Esto lo sabe todo el mundo.

Sin embargo, lo que ha descubierto el cognitivismo es que la influencia es mutua, es decir, si dedicamos unos breves instantes a intentar poner en duda, criticar, modificar, nuestros pensamientos automáticos, que usualmente no están justificados, puede cambiar nuestro estado de ánimo. Dedicar unos minutos por la mañana a convencernos de que hoy puede ser un gran día puede hacer que sea un día al menos aceptable.

Obviamente, lo mismo vale para el control de las pasiones más destructivas cómo la cólera. De aquí viene la máxima de contar hasta 10 antes dar rienda suelta a nuestra agresividad. Seguramente los motivos que percibimos ante un acceso de ira para ser agresivos, se atenúan exponencialmente con el paso de los segundos. Esto es especialmente recomendable cuando conducimos.

El Informe Robinson es un documental impecable sobre el intento desesperado de salvar a Iñaki Ochoa de Olza. Es la mejor expresión que conozco del concepto "solidaridad". 

SOBRE LOS HÉROES

La televisión y el cine tienen un poder casi ilimitado para imponernos ciertos modelos de conducta y de valores. Nuestra generación está impregnada del héroe que resuelve las injusticias matando a los "malos" sin compasión y con saña. Este tipo de héroe (serían innumerables las series televisivas y películas que se podrían nombrar) realza los valores de la venganza, el resentimiento, la falta de reflexión, el activismo, la guerra (ojo por ojo, diente por diente) y la estupidez, ya que elimina a los enemigos sin juicio previo y cae en la flagrante contradicción de convertirse él mismo en un asesino fuera de la ley. Lo peligroso es que este modelo ya  ha arraigado en el subconsciente de todos.

 

Por ello, es fundamental fomentar otros modelos de heroicidad. Yo propongo algunos.

 

MATAR A UN RUISEÑOR

Cuando el héroe americano no era todavía necesariamente un forzudo justiciero se forjaban otros modos de luchar por la justicia. Aunque éste protagonista comulga con los nuevos héroes en un cierto idealismo puritano, representa el tiempo en que la virtud todavía obraba con palabras y no con la pura y simple violencia.

La película nos hace preguntarnos hasta qué punto la virtud o perfección depende de nuestra voluntad o de una naturaleza que nos condiciona pero no nos determina. Es un alegato acerca de la autodeterminación incluso en el mundo más totalitario posible y por eso también propone un cierto modelo de héroe: el perdedor. La BS, de Michael Nyman, genial, como siempre.

 

 

GATTACA

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