Para Aristóteles la felicidad consiste en la Vida Contemplativa. La Vida contemplativa es la vida dedicada al conocimiento, a la sabiduría, a la filosofía, a la contemplación de la perfección de la Naturaleza y el Arte (que la imita). Ahora bien la vida contemplativa no puede ser ejercida por ningún humano de manera continua, a no ser que ignore sus necesidades como animal que es. Por otro lado, el “conocimiento perfecto” es imposible para una vida humana limitada en el tiempo. Por ello, este tipo de vida es más propia de los dioses que de los hombres. Pero no por ello debemos desistir de este estilo de vida. Si la vida contemplativa es para el hombre hasta cierto punto posible es porque en él hay algo de divino. Esta proximidad y afinidad (que no identidad) con la divinidad es algo recurrente en toda la historia de la filosofía y, por supuesto de todas las religiones. En relación con la nuestra creo que la obra de arte que mejor lo expresa es la Creación del Hombre de Miguel Angel. Y esto, podemos ver, es la viva imagen del Amor.
EL AMOR Y LA VIDA CONTEMPLATIVA

En efecto, en esta imagen, vemos como Dios casi toca al hombre, pero sólo eso. El hombre es, al menos en nuestra tradición occidental, siempre "metaxi" es decir un “entre” los dioses y las bestias. El hombre empieza a ser hombre cuando entierra a sus muertos. A diferencia de los dioses es mortal (en griego, dios e inmortal, hombre y mortal son sinónimos) y, a diferencia de las bestias, es consciente de ello, es decir, lo percibe.
Pues bien, toda la filosofía clásica invita al hombre a ser lo que es, y esto no es otra cosa que ser aspiración a (Amor)…ser Dios.