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COMUNISMO

El comunismo

1. El comunismo platónico

 

Platón fue el primer filósofo que propuso la eliminación de la propiedad privada para evitar los conflictos que esta propiedad provoca. Llegó incluso a proponer la eliminación de la familia ya que está ligada a la existencia del patrimonio. Ahora bien, estas medidas tan revolucionarias las propone en su diálogo Politeia sólo para una cierta clase de ciudadanos: para los guardianes de la ciudad que deben atravesar un proceso educativo especialmente duro ya que de ellos ha de salir el futoro gobernante. Hay que tener en cuenta que aquellos que tienen el poder efectivo de las armas, como es el caso de los guardianes, podrían llegar a ser extremadamente peligrosos para el orden político si empezaran a batallar por conflictos de propiedad. En cambio, a los obreros o productores se les puede permitir hasta cierto punto la propiedad privada.

 

2. El marxismo

 

El marxismo es un movimiento cultural, filosófico y político que nace en el s. XIX con la obra de Marx (1818-1883)  y que da lugar a un gran abanico de actitudes políticas que van desde la acción de ciertos partidos comunistas al movimiento sindical y la socialdemocracia. Es, por lo tanto, un hito clave en la ideología política contemporánea. La magnitud de su éxito hace que el pensamiento y la obra de Marx sea sólo un punto de partida para numerosas elaboraciones doctrinales más o menos fieles a la letra y al espíritu original.

 

El marxismo contiene dos ideas fundamentales: una explicación del funcionamiento de la sociedad capitalista y una teoría de la revolución.

 

Empecemos por la primera parte. La base de la sociedad capitalista es el intercambio de cualquier objeto por dinero. Todo tiene un precio. Y todo quiere decir todo. También una obra de arte y también la fuerza de trabajo. Todo se puede comprar y vender y está sometido a las leyes del mercado. Los trabajadores o proletarios son aquellos miembros de la sociedad capitalista que sólo poseen su fuerza de trabajo (física o intelectual) y nada más. Así, se ven obligados a alquilar esta fuerza como único medio para subsistir. Con el dinero que obtienen compran los productos que han hecho ellos u otros trabajadores y así funciona la rueda de la producción industrial y el consumo. Pero también hay algunos miembros de la sociedad que son los poseedores de los medios de producción (empresas, tierras, maquinaria, tecnología, y sobre todo el capital financiero). Éstos, llamados burgueses o capitalistas, contratan trabajadores y les pagan un salario. Lo pagan gracias al beneficio que obtienen de la venta de productos elaborados por su empresa. Pero de aquí también debe salir el beneficio del empresario. Este beneficio se llama plusvalía. La lógica del capital consiste en que el empresario quiere obtener siempre el máximo rendimiento de su inversión, de su capital, es decir, la máxima plusvalía, no necesariamente por razones subjetivas sino esencialmente objetivas: Cuanto mayor sea el beneficio más podrá invertir para hacer más grande la empresa y obtener aún más beneficios. Esta es la única manera de poder competir con el resto de empresas. La lógica del capital es : crecer o morir.

 

Hay que decir que la plusvalía no es algo así como un engaño de un capitalista en particular, sino del sistema como tal, ya que al proletario no se le paga en función de lo que produce sino en función de lo que vale su fuerza de trabajo en el mercado considerada como una mercancía más. Dicho de otra manera: la riqueza de la sociedad sólo la puede producir el trabajo (la especulación y la usura no producen riqueza). Desde este punto de vista es muy sospechoso que los que trabajan sean precisamente los más pobres y los que menos cuentan políticamente.

 

            Las reglas para obtener la máxima plusvalía son las siguientes:

 

  1. Pagar el mínimo salario posible a los trabajadores.

  2. Gastar lo mínimo en materias primas.

  3. Tener la tecnología más innovadora para ahorrar el máximo de mano de obra humana (que es la más cara)

  4. La ingeniería fiscal (pagar el mínimo de impuestos y tributos).

 

Por otro lado, las empresas compiten entre ellas. Hay como una ley de la supervivencia del más fuerte. Las empresas que no pueden sobrevivir en una época de crisis se arruinan, y las que sí sobreviven se hacen aún más fuertes (reduciéndose el número de ellas). Este es el origen de las multinacionales. Así, el capital está cada vez en menos manos. Los pequeños negocios autónomos, franquiciados o no, pasan a ser un nuevo tipo de proletariado.

 

La tendencia, siempre según Marx, es que cada vez habrá menos empresas y las pocas que hay serán más poderosas con lo que podrán dictar ellas mismas las leyes del mercado porque acabarán con la competencia. También es plausible pensar que lleguen a tener más poder que el propio Estado representante de la soberanía popular, con lo que presionarán para tener un marco legal a su conveniencia.

 

El pequeño obstáculo que se encuentra el capitalismo como tal es que, si se paga demasiado poco al trabajador, éste podrá comprar menos objetos y así las empresas tendrán que limitar su producción: éste es el origen de las crisis de sobreproducción y de los ciclos del capitalismo.

 

La consecuencia última de esta lógica del capital es que el proletariado cada vez es más impotente ante el gran poder de las grandes corporaciones y éstas podrán dominar cada vez  con más facilidad la ecnonomía mundial, pero tambien la política, para conseguir sus objetivos propios. Así la división de clases (proletarios/capitalistas) se convierte con cada nueva crisis en un abismo mayor. El proletario queda reducido a una marioneta ante la fuerza del capital. ¿Solución? La revolución. Esta es la segunda parte de la filosofía política de Marx.

 

Del funcionamiento del sistema capitalista Marx deduce de manera inmediata que nada puede hacer el proletario de manera individual. El proletario sólo puede tener algún poder político si opera unido contra el capital.

 

La revolución consiste sólo en una cosa: los proletarios se deben apoderar de los medios de producción, y, por lo tanto, del capital. Sólo así los Estados podrán ser soberanos y tomar medidas políticas reales. Un Estado así, sería una “dictadura del proletariado”. Sobre esta revolución hay que tener en cuenta dos aspectos claves: a) esta dictadura sólo puede ser efectiva cuando el capitalismo llegue a su último estadio (de máximo desarrollo industrial y financiero) y b) la revolución sólo puede ser un fenómeno internacional, ya que una nación tiene demasiado poco poder como para enfrentarse al capitalismo mundial (que supone sobre todo una ideología y una cultura).

 

Por último, debemos decir algo sobre las revoluciones comunistas que ha habido a lo largo del s. XX. En primer lugar, no se han producido, curiosamente, en los paises capitalistas más avanzados, sino, normalmente en paises de economía eminentemente agraria y muy poco desarrollada (China, Rusia, Cuba,…). Por esto mismo, esas revoluciones no han llegado nunca a ser un fenómeno mundial, sino que en su momento de máximo esplendor, el mundo estaba dividido en dos bloques: los comunistas (más pobres) y los capitalistas (más ricos). En segundo lugar, se ha observado que en todas esta dictaduras se ha pasado de una “dictadura del proletariado”, en todo caso inicial, a una “dictadura del partido de los proletarios”, es decir, del partido comunista, creando diferencias sociales y políticas entre los miembros del partido y los que no lo son. Se han convertido en totalitarismos de partido único y en los que se ha anulado por completo la libertad de expresión, y demás derechos democráticos (de reunión, de manifestación, de huelga,….) con la excusa de eliminar la ideología capitalista. Al parecer tenía razón Proudhon (uno de los fundadores del anarquismo, crítico del marxismo): el poder corrompe por igual a capitalistas y proletarios.

 

Sin embargo, hay que decir que algunas previsiones del Marx sí que se han cumplido y, precisamente en los paises más desarrollados económicamente. Después de las grandes crisis económicas del siglo pasado, se comprobó que la libertad del capital no podía ser absoluta si se quería evitar el caos social y posibles revoluciones indeseadas. Así, los Estados comenzaron a controlar y administrar determinados aspectos claves de la economía, como es la energía o la tecnología. Esto es lo que se llama neocapitalismo (no confundir con neoliberalismo de intención contraria).

 

Por otro lado, hay que destacar la labor y los logros conseguidos por los sindicatos (la unión de los trabajadores) y la lucha social que han supuesto un cambio más o menos notable en el estatus de los proletarios de los países más desarrollados industrialmente. Entre ellos las 40 horas de trabajo semanales, seguridad social, vacaciones, derechos políticos, etc.

 

También hay que decir que la propia lógica del capital ha hecho cambiar los modos típicos de explotación del s. XIX. Sin embargo, si miramos el mundo en su conjunto, la deslocalización industrial y las migraciones masivas de población, como fenómenos ligados a la globalización, mantienen a la inmensa mayoría de trabajadores en condiciones de semiesclavitud.

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