top of page

AUTONOMÍA MORAL, DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS

La Ética ilustrada, representada por Kant, abandera el valor de la libertad. Kant distingue entre éticas autónomas (basadas en la autonomía moral) y éticas heterónomas, basadas en algún otro valor que supuestamente debería dirigir todas nuestras acciones.

 

Para Kant, la cuestión de la autonomía moral es la cuestión de la mayoría de edad de la humanidad. El hombre que se ha hecho mayor de edad debe decidir por sí mismo, autodeterminarse y no dejarse determinar por nada extrínseco a él mismo.

 

Evidentemente, esta manera de pensar implica automáticamente una plena igualdad de todos. Si cada uno se debe autoderminar o, al menos debe ser tratado como si lo hiciera, esto quiere decir que nadie puede “mandar” en nadie. Todos somos ciudadanos responsables iguales entre sí.

De aquí a la idea de democracia (como sabemos por A. Arblaster) sólo hay un paso que consiste en la aceptación plena de la palabra a la que hubo mucha resistencia hasta bien entrado el siglo XX, ya que por democracia se entendía “el gobierno de la plebe o de los pobres o de los ignorantes” y esto no era visto con buenos ojos por las clases dirigentes hasta hace cuatro días. Es más, tenemos serias dudas de que aún hoy día sea visto con buenos ojos por las élites que detentan el poder real, aunque sea lo “políticamente correcto” y nadie se atreva a emitir en público una opinión contraria.

 

LA DEMOCRACIA COMO SISTEMA DE GARANTÍAS

 

Ahora bien para entender correctamente la idea de democracia, lo primero que tenemos hacer es desterrar de nuestra mente la simplicidad de entenderla como un sistema político en el que se vota poco o mucho.

 

La democracia es ante todo un “sistema de garantías” que hacen efectiva la autodeterminación individual en el grado más elevado posible. Aceptaremos que, en sentido amplio, una democracia debe suponer las siguientes reglas de juego:

 

  1. Todo el mundo tiene derecho a expresar su opinión y a ser escuchado.

  2. Las decisiones políticas deben tomarse de manera colectiva y, en ningún caso, se pueden tomar contra la voluntad de la sociedad.

  3. Las leyes son para todo el mundo y todos somos iguales ante las leyes.

  4. La regla de la mayoría no puede ser la opresión de la minoría. Tiene que respetarse el derecho a ser o sentir de manera diferente.

  5. El valor asociado es la tolerancia y la pluralidad política.

 

Con esta breve caracterización ya constatamos que, en sentido estricto, hay muy pocas democracias en el mundo. Yo nunca soy escuchado sobre las cuestiones importantes que debaten los políticos, sobre las cuales, muchas veces, ni siquiera soy informado de manera veraz y suficiente. Para la mayoría de decisiones (y sobre todo, para las importantes) no me tienen en cuenta, y, de hecho, no todos somos iguales ante la ley.

 

Cuando se confunde una democracia con un sistema en el que las mayorías (usualmente baja la influencia de un gran aparato publicitario) pueden aniquilar a las minorías (sea físicamente, sea culturalmente) se está confundiendo la democracia con el totalitarismo.

 

Precisamente como salvaguarda para esta posibilidad siempre implícita en las democracias contemporáneas y tras la aparición de los terribles totalitarismos de los años 30 del s. XX en Europa, se decidió llevar a cabo una legislación universal que hiciera imposible el abuso de las minorías o de los individuos por parte del Estado. Esta es la idea de la Declaración Universal de los Derechos Humanos realizada en 1948.

 

Así, en resumen,  podemos decir que esta declaración es la salvaguarda de la democracia entendida como sistema de garantías. El hecho de que sea incumplida sistemáticamente por todos los Estados del mundo nos aproxima a la verdadera realidad de la democracia actual.

 

EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO Y LA MORAL AUTÓNOMA

 

Puesto que partimos de una concepción autónoma de la moral, es decir, kantiana o postkantiana, entendemos que la moral es una esfera separada e independiente del conocimiento (ningún conocimiento me obliga a decidir) pero que a la vez se funda en el conocimiento que tengo del mundo. Si mi conocimiento no es el adecuado, en realidad no elijo, no tomo decisiones. No somos libres si no sabemos entre qué y qué estamos decidiendo. El conocimiento necesario para nuestra libertad no es un conocimiento limitado de cierta parte del universo, sino más bien el conocimiento del mundo en general. Efectivamente, si por un lado tenemos en cuenta que todas nuestras decisiones y nuestros conocimientos están interrelacionados, y que la aspiración a la libertad no es otra cosa que la pretensión de coherencia en nuestra acción, tenemos que, en sentido estricto, no ya los valores que tenemos (cosa que no depende de ningún conocimiento) sino las acciones concretas en que se expresan son consecuencia directa de nuestro conocimiento del mundo, de todo lo que sabemos, creemos y esperamos.

 

Esto pone en un serio aprieto a la pretendida autonomía de la moral kantiana, concepto que él había acuñado para diferenciar su moral de todas las demás. En efecto si aquello que se interpone entre nuestros principios y nuestra acción es el conocimiento del mundo, sabemos que no seremos libres si no conocemos los términos de nuestra decisión. O dicho de manera más breve: no puede haber libertad si no hay conocimiento. Esto implica que el imperativo categórico, aunque Kant no lo diga, en realidad nos obliga a conocer el mundo. No todas las opciones son equivalentes como él cree, sino que hay una decisión ineludible que es previa a cualquier otra, como vieron Fichte y los idealistas alemanes: la decisión de decidir. Esta no es otra que la decisión de conocer.

 

Así resulta que estamos obligados a conocer, con lo que la moral kantiana deja de ser tan diferente de la aristotélica.

 

Este argumento no son ganas de buscarle tres pies al gato, sino que nos informa de algo esencial: cuando tomamos una decisión realmente importante de nuestra vida entra en juego todo. Y esto en dos sentidos. Por un lado, nuestras acciones, nuestra manera de ser y valorar tendrá consecuencias que se extenderán hasta el infinito (por ejemplo en nuestra relación con los demás y más seriamente con la familia). Y por otro lado porque una decisión es la manifestación de nuestros principios, y, por tanto, de nuestra interpretación del mundo. Puesto que intentamos ser coherentes, una decisión, en tanto que valoración de todo lo que nos rodea es siempre una decisión entre dos mundos posibles (aquél en el que nos gustaría vivir –allí nuestra decisión sería la normal- y aquél en el que no).

 

Esto quizás nos haga ver un poco más claramente de dónde viene el alto valor que Kant concede a todo ser humano: en que todo ser humano (en tanto que libre y no manipulado) es una interpretación nueva y diferente del mundo. Cada ser humano es una visión del mundo. Y el mundo no es nada si no es visto por algún humano.

 

DE LA VIRTUD CLÁSICA AL NIHILISMO

 

Recapitulemos: la virtud clásica se puede resumir en la doctrina del sabio. El sabio es el que sabe vivir. Felicidad en griego se dice eudaimonia y significa justamente eso. Y saber vivir es el saber más importante al que podemos aspirar. La virtud no es otra cosa que el brillo que muestra la vida de aquellos que saben vivir. Otra cosa es que este saber vivir se concrete en el placer (Epicuro) o en la Vida Contemplativa (Aristóteles), cosas que, al fin y al cabo son matices de una misma cosmovisión.

 

En la Edad Media esta virtud es la santidad y la eudaimonia (o beatitud) es algo que se relaciona más con una recompensa tras la muerte y que en la vida se muestra sólo como una negación de la misma. La virtud medieval es precisamente aquella que niega la vida mortal, porque tiene en más valor lo que venga después de morir.

 

Kant, profundizando aún más en la coherencia del pensamiento cristiano, pone como principio de la moral la libertad, que es precisamente lo que nos hace humanos, morales y merecedores de premio o castigo. Con él se convierte en un absoluto la negación de la vida, de todo lo biológico o natural. A esta negación es a la que Nietzsche llamará nihilismo.

  • b-facebook
  • Twitter Round
  • b-youtube
bottom of page