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HOBBES Y EL PODER ABSOLUTO

 

Hobbes (1588-1679) fue conocedor de Galileo, Bacon, Gassendi, y sobre todo de Descartes. Su filosofía materialista se enmarca dentro de la tradición empirista anglosajona moderna y sólo se entiende desde el paradigma mecanicista: el mundo (también el humano) es un mecanismo.

 

De esta manera, en el análisis de la sociedad Hobbes parte de la consideración de que la sociedad está compuesta por una multiplicidad de seres individuales conducidos por sus pasiones, intentando explicar como se produce la transición de un individualismo en el que los individuos serían los átomos del sistema a la construcción de un cuerpo social artificial (el Estado). Esto es lo que permite considerar a Hobbes como uno de los filósofos más relevantes de la época moderna a la hora de plantear la soberanía como pacto social (junto con Locke, Rousseau y otros). La solución que aporta hace que tradicionalmente se le haya considerado como el fundamentador del absolutismo.

Para Hobbes la política y la ética no pueden demostrarse a priori, ya que no hay bien ni mal absoluto, sino que todo bien y todo mal está en relación con los apetitos y aversiones de cada cual.

 

La naturaleza da a todos derecho a todo. Por eso el Estado Natural (fuera de la ciudad) es el reino de las pasiones, la guerra, el miedo, la pobreza, la fealdad, la soledad, la barbarie, la ignorancia, la crueldad.

 

El primer derecho natural consiste en que el hombre proteja su vida y la de su familia en la medida en que pueda.

 

En el Estado Natural se instaura el conflicto, cuyas causas son: 1) Competencia, 2) Desconfianza, 3) Gloria.

 

Puesto que todos tenemos derecho a todo, todos reclamamos con igual motivo cualquier propiedad, y por eso existe la competencia de manera natural. Puesto que cualquiera puede querer arrebatárnosla, desconfiamos de cualquier otro. Para Hobbes también debe estar permitida la “defensa preventiva”. Y por último, también forma parte de nuestra defensa el restablecer el honor ante cualquier ataque a nuestra dignidad. Esto es la gloria.

 

La anarquía generalizada lleva a la necesidad racional de buscar aliados y éste es el origen de la sociedad (agrupaciones). Si no apareciese el Estado en forma de un poder manifiestamente más fuerte que cualquier agrupación, la sociedad sería un conjunto de grupos enfrentados entre sí.

 

Para Hobbes, el Estado de Guerra derivado de esta situación no requiere de violencia real y efectiva, sino simplemente de la existencia de este conflicto que puede explotar en el momento oportuno. Las partes en guerra pueden mantenerse en una tregua si esto les conviene, pero esto no da la seguridad que implica un Estado de Paz. Por eso la Paz requiere de algo más, de un Estado que la garantice. El estado de Paz sólo se consigue con un Gobierno tan manifiestamente superior a cualquier particular o grupo de particulares que a nadie se le pueda pasar por la cabeza el desafiarlo. La autoridad del Estado es innegociable y debe infundir miedo a la desobediencia.

 

Instaurar la paz significa que no debe mantenerse el derecho de todos a todo, sino que hay que renunciar a algunos derechos que deben ser transferidos. El más manifiesto es el derecho a la defensa privada. Debemos conceder al Estado el monopolio de la fuerza.

 

Para conseguir la paz (que se entiende como seguridad, es decir como un conjunto de garantías) los hombres han de “conferir todo su poder y toda su fuerza individuales a un solo hombre o a una asamblea de hombres que mediante una pluralidad de votos puedan reducir las voluntades de sus súbditos a una sola voluntad”.

 

El estado es una “sola persona” cuya voluntad ha de tenerse en lugar de la de todos. Esta “sola persona” (jurídica) es el soberano. Los demás se transforman en súbditos suyos. Aunque Hobbes se inclinara personalmente por la monarquía, afirma que el soberano puede ser un hombre o una asamblea. La cuestión es que la soberanía es indivisible e inalienable. Si existen otras autoridades es sólo por permiso y delegación. Los súbditos no pueden cambiar la forma de gobierno ni protestar contra la institución. Su poder es absoluto. Siempre es peor la anarquía que cualquier poder absoluto.

 

El Estado, cuya alma es la soberanía, es un cuerpo que consta de órganos (ministerios y funcionarios), y necesita nutrición (bienes). El dinero es la sangre del Estado y las leyes civiles son un sistema de lazos que lo mantienen unido.

 

El único legislador es el soberano. El necesario mantenimiento del principio de autoridad no permite en ningún caso una rebelión de los ciudadanos. La justicia significa que los hombres deben cumplir los convenios que han hecho.

 

En conclusión podemos ver que de todas las soluciones filosóficas aportadas a la cuestión del pacto social como fundamento de la soberanía, la de Hobbes es la más inflexible y absoluta. Esta visión no es indiferente a su concepción de la naturaleza humana, según la cual el hombre es un “lobo para el hombre” en la medida en que la propiedad privada parece formar parte de esta naturaleza, tal y como le objetará Rousseau.

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