
LOCKE Y EL LIBERALISMO
Locke no está de acuerdo con Hobbes en el planteamiento que este hace del Estado de Naturaleza. Para Locke, sí que hay ley moral natural: “siendo todos los hombres iguales e independientes, ninguno debe dañar a otro en lo que atañe a su vida, salud, libertad o posesiones”. Esta ley natural tiene unos límites, y es que no tenemos derecho a destruirnos a nosotros mismos o de destruir a otro. No es un poder absoluto. Por ello, el derecho natural incluye: la vida, la libertad y las posesiones como fruto del trabajo.
Así, el estado de naturaleza se caracteriza por la libertad e igualdad de todos los hombres, en ausencia de pacto. Los hombres se mantendrán en ese estado hasta que, por su propia voluntad, se conviertan en miembros de una sociedad política.
Si bien para Locke el estado de naturaleza del hombre no es una “guerra de todos contra todos” tal como afirmaba Hobbes, reconoce que este estado es inseguro, ya que el derecho natural que tenemos a “castigar” a aquellos que atentan contra nosotros puede derivar en una espiral de violencia incontrolable. Pero como vemos, esta violencia no deriva inmediatamente de la naturaleza humana, sino del “derecho natural” a castigar.
Por eso es preferible un pacto social en el que renunciemos al poder de castigar en favor del poder del Estado. Este poder debe estar separado para impedir abusos en legislativo, ejecutivo y federativo. Si bien la aceptación del pacto y constitución de la sociedad civil supone renunciar a ciertos derechos también conlleva unos beneficios:
El hecho de que se pase a disponer de una ley escrita que define la ley natural, nos evita controversias sobre ella y por lo tanto conflictos. Un sistema judicial con reconocimiento general evitará arbitrariedades. El poder ejecutivo será el encargado de castigar crímenes, y de obligar a ejecutar las sentencias. Este pacto también permite conservar la propiedad privada.
La sociedad civil y el gobierno establecido se basan en el consentimiento y por lo tanto en la libertad: nadie puede ser sacado del estada de naturaleza y ser sometido al poder político sin su propio consentimiento, libremente. En el origen de la sociedad civil y del gobierno nos encontramos, pues, con un pacto o contrato en el que se renuncia a algunos poderes en favor de la sociedad pero sin renunciar a la libertad, aunque se pueda restringir. La renuncia a determinados poderes está, igual que en Hobbes, en relación con el hecho de que no puede haber libertad real sin seguridad. La obtención de seguridad me invita, voluntariamente, a renunciar a algo de mi libertad natural.
El poder legislativo es para Locke, al igual que para Rousseau, el poder supremo. El federativo es el poder del Estado frente a otros Estados. El poder judicial es sólo un aspecto del poder ejecutivo para Locke.
Las condiciones del pacto implican el derecho de resistencia, incluida la resistencia violenta en el caso de que no se cumpla lo pactado por parte de los representantes del poder soberano. Esto puede ocurrir como consecuencia de la conquista por parte de otro Estado o si por un motivo u otro los representantes del poder legislativo o ejecutivo obran arbitrariamente o son incapaces de hacer cumplir la ley.
Un aspecto importante de la filosofía de Locke es la consideración de la propiedad privada, para él, el fin del gobierno es la preservación de la propiedad. No puede traicionarlo.
Sin embargo no hay que hacer de Locke un defensor contemporáneo de la sociedad capitalista. Para él, el título de propiedad es el trabajo. La razón nos enseña que la existencia de la propiedad privada en la medida en que la obtiene de su trabajo le pertenece tanto como éste. Y aquí estaría el límite de la propiedad privada sumando a ello también el derecho a heredar la propiedad, basándose en que la familia es una "sociedad natural".
En conclusión podemos afirmar que al construir el pacto político sobre la idea de la Libertad y no sobre la Autoridad como hace Hobbes, el contrato social de Locke permite la rebelión, la disolución y la refundación. Por otro lado, ese mismo acento puesto en la libertad jurídica es lo que hace a este pacto garante de la propiedad privada, cosa que no hará Rousseau, que la considera causa universal del conflicto entre los hombres.