Ética, Política y Antropología de Platón
LA ANTROPOLOGÍA
El dualismo platónico y la doctrina platónica del alma
De acuerdo con su concepción ontológica fundamental, Platón entiende que en el hombre hay dos principios: cuerpo y alma, relacionados con el mundo sensible y el mundo de las Ideas respectivamente. Así, el dualismo ontológico deviene dualismo antropológico. Sin embargo, no hay que caer en el error de considerar el alma como una Idea, ya que el alma es principio del automovimiento.
Los mitos platónicos sobre el alma hay que situarlos en la tradición griega que considera el alma como principio de la vida, y la vida como el movimiento de aquello que se mueve por sí mismo. El principio de vida es aquello que hace que un organismo sea lo que es. Así, el alma humana es lo que infunde vida al hombre, es decir, lo que hace que el hombre acabe siendo hombre.
En relación con este primer punto, en el Fedón, Sócrates (a punto de cumplir su condena a muerte) defiende la immortalidad del alma y la necesidad de llevar a cabo en esta vida un esfuerzo (aschesis) en relación con el dominio de nuestro cuerpo, ya que sólo el alma es eterna y perdura, así, sólo hay que tener cuidado del alma, y no del cuerpo. El cuerpo aparece aquí definido como una "prisión del alma". Hay argumentos diferentes para defender esta immortalidad, según el diálogo de que se trate; pero hay un argumento básico: el alma no es nada material, y por tanto no está sometida al devenir de las cosas materiales. El nacimiento y la muerte sólo afectan a las cosas materiales como el cuerpo. En el Fedón encontramos también un argumento basado en la reminiscencia: si el alma humana ha conocido con anterioridad las realidades eternas (Ideas) esto sólo puede ser porque ella misma es inmortal.

Para Platón, el alma es como un carro tirado por dos caballos y guiado por el auriga
Eros y las partes del alma
La concepción platónica del ser humano la debemos extraer fundamentalmente de dos mitos: el que cuenta Sócrates en el Banquete y el mito del alma como carro alado contenido en el Fedro.
En el Banquete se habla de Eros (el Amor) pero en relación con el amor por el saber. Para Platón, tal y como ya se ha mostrado en el mito de la Caverna, el problema de la transmisión filosófica (la transmisión de la virtud, la educación) es el de cómo recorrer el camino que conduce al Mundo de la Ideas.
Eros es lo que nos eleva a la sabiduría porque nos hace desearla. En el Banquete, Sócrates indica, según le ha dicho Diotima, que Eros es hijo de Poros (recurso) y Penía (pobreza). Esto quiere decir que no existe Amor si no tenemos absolutamente ningún recurso (si desesperamos de todo), pero tampoco si creemos tenerlo todo y no deseamos nada (como ocurre a los hombres que creen saber). Por eso hay que asumir que el deseo es necesario también para la filosofía.
Así, la condición del filósofo (que aspira a aquello a lo que tiene que aspirar el hombre) es la de un término medio entre la ignorancia absoluta (es decir la de no ser conscientes de la propia ignorancia) y la sabiduría divina.
Esto lo encontramos de manera más clara en el segundo de los mitos que citaremos, el mito del alma como carro alado contenido en el Fedro, según el cual el alma es como un carro alado guiado por un áuriga (razón) y arrastrado por dos caballos, uno blanco que simboliza la virtud (o voluntad en terminología moderna) y uno negro que simboliza el deseo y las pasiones).
La manera clásica de expresar este símil es que hay una jerarquía entre la razón, la voluntad y el deseo. La razón es la que debe gobernar al deseo a través de la voluntad. El deseo descontrolado es un flujo (la ambición) que sólo quiere más y más y éste es su peligro. La conclusión es que Eros es un elemento ambiguo para la filosofía: a la vez necesario y peligroso por la posibilidad de descontrol, tal como muestra el caballo negro. Este esquema tiene su correspondencia tanto en la Etica platónica como en la política, ya que si la razón debe gobernar en el alma individual, también debe hacerlo en la sociedad.
PARTE DEL CUERPO TIPO DE ALMA |
TENDENCIA |
VIRTUD CORRESPONDIENTE GRUPO SOCIAL |
CABEZA RACIONAL |
RAZÓN |
SABIDURÍA FILÓSOFOS |
PECHO IRASCIBLE |
VOLUNTAD |
CORAJE GUARDIANES |
ABDOMEN CONCUPISCIBLE |
DESEO |
TEMPLANZA PRODUCTORES |
En este contexto hay que entender la dialéctica que permite la ascensión mediante el diálogo en una vida de compañerismo y amistad filosófica hacia el Mundo de las Ideas. Esta ascensión, que lógicamente requiere el esfuerzo continuado de toda una vida, sólo queda justificada por el amor. Amor y Esfuerzo son, pues, dos caras del mismo proceso o de la misma tensión. Porque Amor (eros) no quiere decir amor de alguien que nos acerca a él, sino que el amor es inquietud, la inquietud que nos obliga a movernos por la insatisfacción con lo que tenemos y por el deseo de perfección (caballo blanco). El deseo de perfección es el deseo de ver las Ideas.
LA ÉTICA
El intelectualismo moral
Como primera caracterización de la ética platónica hay que situarlo en la tradición del intelectualismo moral, es decir, de la identificación del mal con la ignorancia. Entre otros argumentos, con esto cuadra que la Idea del Bien sea la Idea principal y productora de todo (como el Sol) en el mito de la Caverna.
De la antropología a la ética: el alma como carro alado
Ya hemos visto el símil del alma como carro alado dibujado en el Fedro y hemos visto que el drama de la existencia humana consiste en la ascensión del alma sin perder el control de los caballos (voluntad y deseos, virtud y pasiones) es decir, manteniendo la armonía. Los caballos, como fuerzas, representan las pasiones y deseos humanos, todo lo que nos mueve. El caballo negro simboliza el eros tal como ya hemos indicado. Este eros, por sí mismo no quiere decir nada, y puede estar dirigido tanto a los deseos más terrenales, relacionados con nuestra realidad biológica (con nuestro cuerpo, parte concupiscible del alma), como también puede ser el eros filosófico. Por lo tanto su conducción está fuera de él mismo. Mientras tanto, el caballo blanco representa el deseo de honores y gloria (relacionado con el esfuerzo y el sacrificio). Con él tienen que ver los proyectos humanos y muchas pasiones (parte irascible del alma, relacionada con la cólera). El áuriga es la razón que debe equilibrar (con una cierta distancia y desapasionamiento) el rumbo del carro. El deseo excesivo de gloria sin respeto a nuestro cuerpo puede ser peligroso. Pero también el sometimiento al flujo de los deseos renunciando a toda aspiración es el camino del resentimiento. De este mito surge la concepción clásica de las virtudes que hemos visto en el anterior esquema y que Aristóteles y el cristianismo desarrollarán: La virtud propia del caballo blanco es el coraje (atrevimiento), mientras que la del caballo negro es la templanza (moderación) y la del auriga la sabiduría.
El equilibrio adecuado de las tres virtudes (armonía) da como resultado la JUSTICIA.
En términos más modernos se podría expresar así: para poder realizar cualquier proyecto tiene que haber deseo (orexis, appetitus. Esto es el caballo negro y eros queda incluido aquí) pero también determinación o voluntad (caballo blanco. Esto es la virtud). El llevar a cabo una determinación comporta un gran esfuerzo y es por eso que la razón (que no es ninguna fuerza ni motor) tiene que ver tanto la plausibilidad de los fines (si es proporcionado y ajustado al objetivo que nos proponemos, cosa que en definitiva implicaría la visión del Bien) como la relación medios-fines (deliberación): el auriga ve y guía.
La política
La figura de Sócrates, es decir, la figura de la filosofía en la ciudad, sirve a Platón para mostrar las relaciones entre saber y poder. Como vemos en el mito de la caverna, ser filósofo es un camino que puede conducir a la muerte (como le ocurrió a Sócrates). Pero la ausencia de la filosofía es una grave enfermedad para la ciudad: si la ciudad se encierra entre los que ya saben demasiado (sofistas de todas las épocas) y los que no quieren saber más (clientes de los sofistas) desaparece la libertad y la democracia se convierte, tal y como advierte Platón, en una demagogia, es decir, en la tiranía de las opiniones más populares (no de las más verdaderas). Y las opiniones más populares son las que tienen más medios para imponerse por la fuerza. Para los sofistas la palabra era un instrumento de poder.
Por eso, uno de los temas fundamentales de la Política platónica es la educación, de lo que habla largamente en La República y sobre todo en el libro VII. La educación es aquella obligación que tiene el esclavo que ha sido liberado y ha visto la realidad externa a la caverna. Justamente en eso consiste el gobierno de la ciudad, en la educación de los ciudadanos. Platón hablará en La Politeia sobre todo de la educación de los guardianes de la ciudad, que consistirá en: matemáticas (aritmética y geometría), astronomía y música, para concluir con la dialéctica (filosofía) que no debe comenzar antes de los 30 años. Pero antes debemos saber de dónde salen los guardianes.
En la Politeia, Platón se propone establecer las condiciones de una ciudad justa. Sobre la Justicia hay que señalar dos aspectos: 1) La justicia antigua es una armonía o equilibrio entre las diversas partes (en este caso de la ciudad), esto implica que cada uno tiene que hacer lo que le corresponde, lo que implica una concepción autoritaria (en el sentido etimológico: tiene que haber autoridad) y jerárquica del gobierno de la ciudad, 2) La justicia es fundamentalmente una virtud individual: no puede haber justicia en el compuesto (la ciudad) si no hay justicia en las partes (en cada alma individual). Por eso, el mito del alma como carro alado es complementario de la Politeia y nos dice en qué consiste la justicia del alma: la transposición a la ciudad es permitida y necesaria.
Platón parte de su división tripartita del alma (expresada en el mito del alma como carro alado) para organizar la división de la sociedad en grupos. Si la justicia es la armonía entre las partes, ésta se debería dar en cada individuo, basta con que supiese armonizar todas las partes de su alma, pero Platón parte de la constatación de que los hombres son como son, y estadísticamente, dejan dominar a una u otra parte del alma, a uno u otro caballo. La división tripartita del alma nos lleva a tres tipos posibles de personalidad: aquellos que sólo piensan en satisfacer deseos concupiscibles (los productores u obreros), aquellos que son capaces de dar la vida por destacar, por los honores (los guerreros, que deben ser los guardianes de la ciudad) y, por último, los que desean saber y pueden guiar sin pasión la sociedad. Estos son los filósofos, que tienen que gobernar (aunque no lo quieran, como se muestra en el mito de la caverna), porque gobernar es sinónimo de educar a la ciudad. Los gobernantes tienen que ser educados a partir de los mismos guardianes, lo que quiere decir que el estatus del guardián es superior al de los productores. El motivo es claro: mientras que el guardián está dispuesto a hacer el esfuerzo e incluso a dar la vida por la libertad (esta es la misión del guardián: asegurar la libertad de la ciudad), el obrero no está dispuesto a ese esfuerzo. Observemos que la libertad implica, por lo tanto, esfuerzo y valentía. Efectivamente, la dialéctica de la libertad se mueve entre la determinación de la voluntad (guardianes) y la espontaneidad del deseo (productores). Por otro lado, las virtudes que Platón asigna a cada grupo social son: la templanza a los obreros, la valentía o coraje a los guardianes y la prudencia y sabiduría a los filósofos.
Por último, hay que tener en cuenta otro hecho significativo y es que Platón echa a los poetas de la ciudad justa en la República. ¿Por qué? Porque trabajan con y proporcionan imágenes: se mueven en la eikasía y pueden llegar a tener gran poder sobre los ciudadanos que no quieren mirar las cosas por ellos mismos. Obviamente, una teoría política que tiene como horizonte la referencia a la verdad, no puede dejar a la apariencia imponerse impunemente, ya que la apariencia siempre tiene, de entrada, más poder de convocatoria que la verdad. Es evidente que con el mismo argumento también se está expulsando a los sofistas de la ciudad, que ejercían en la Grecia Antigua una función análoga a la que hoy en día ejercen los medios de comunicación de masas: usan la palabra no para la verdad, sino para el poder. La palabra es, para ellos, una fuerza, un medio, pero no un fin en sí mismo.
En La Politeia Platón hace un primer examen de las formas de gobierno, en el que distingue, junto con la aristocracia de los filósofos defendida como forma suprema otras cuatro formas posibles de gobierno: timocracia (gobierno del honor), oligarquía (gobierno de la riqueza), democracia (gobierno de los pobres) y tiranía (gobierno de la violencia). Cada una de estas formas de gobierno representa un grado de corrupción del alma.
En El Político, su análisis puede reducirse al siguiente esquema:
TIPO DE GOBIERNO |
SI SE RESPETA LA LEY |
SI NO SE RESPETA LA LEY |
DE UNO SOLO |
MONARQUÍA |
TIRANÍA |
DE MUCHOS |
ARISTOCRACIA |
OLIGARQUÍA |
DE LA MAYORÍA |
DEMOCRACIA |
DEMAGOGIA |
Por último, en Las Leyes, Platón propone una constitución mixta que es la que resulta históricamente más adecuada, ya que combina los valores de la monarquía con los de la democracia, a la vez que intenta eliminar sus defectos.