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Para entender la relación entre estos tres conceptos es fundamental tener en mente el mito de la Caverna platónico. En él vemos, entre otras cosas, una pregunta por la legitimidad del poder político, teniendo en cuenta que la política antes de Maquiavelo es la realización pública de la virtud.

 

Cuando Platón se enfrenta a los sofistas o propone una reflexión política determinada, su preocupación de fondo siempre se centra en la pregunta por la posibilidad de transmisión de la virtud. Según los sofistas la virtud se transmite simplemente por la adquisición de unos discursos que se pueden comprar y vender. También podríamos optar simplemente por pensar que la virtud no se puede transmitir de ninguna manera. Pero lo cierto es que hay mecanismos psicológicos por los cuales la virtud se puede hacer deseable, digna de admiración y de imitación (el héroe). Esto es de suma importancia para mantener o alterar el orden político. A Platón, como pensador político, no se le escapa que un orden político sólo puede ser construido sobre una eficiente transmisión de la virtud. Si no se transmite de manera adecuada surgirá el menosprecio a la tradición y el conflicto.

Moral, política y educación

Constatemos por último que la pregunta platónica no está ni mucho menos pasada de moda. Al contrario, la pretensión contemporánea de la “educación en valores” no obedece más que a la misma preocupación fundamental: ¿cómo se transmite la virtud? Sin embargo, la respuesta debe ser mucho más cauta de lo que ciertos manuales o políticos dicen y hacen. No olvidemos que 36 años de educación franquista no consiguieron una España franquista, sino todo lo contrario. Es algo conocido por todos los padres que muchas veces, el insistir sobre algo de manera demasiado explícita y poco coherente con los modelos sociales visibles, produce el efecto perverso de hacer admirable la actitud contraria.

 

Es también en este contexto en el que debemos situar la tan famosa como poco entendida crítica de Platón a la democracia. No olvidemos que fue la democracia ateniense la que se llevó por delante a su maestro y gran amigo Sócrates. La objeción que plantea Platón a la democracia es irrefutable: la democracia fácilmente deviene demagogia cuando el poder de la palabra está mediatizado por el poder económico. Todos sabemos que, hoy en día, ningún partido puede ganar unas elecciones “democráticas” sin un acuerdo previo con algunos (al menos) de los medios de comunicación de masas y un gasto desorbitado en “campañas electorales” que implica acuerdos con grandes multinacionales y lobbies. ¿Qué pasaría si se prohibiesen las campañas electorales o se limitase severamente el gasto en ellas?

 

En definitiva Platón, y por extensión toda la filosofía clásica hasta Maquiavelo, sólo puede entender la política con relación a la verdad, ya que la verdad es el acceso a lo propiamente humano. La libertad es sólo el instrumento de este acceso.

 

Se nos objetará, en todo esto, si no estamos confundiendo dos ámbitos separados como son la ética y la política. Pero esto es algo de sentido común para toda la filosofía política anterior a Maquiavelo: la política no puede ser otra cosa que la realización pública de la virtud. En caso de que la virtud fuese transmisible y una ciudad justa fuese más o menos posible, esto no ocurriría simplemente por tener unas buenas leyes o instituciones. La justicia es, ante todo y sobre todo, una virtud del alma humana. Aquí radica la importancia de la educación: no puede haber una ciudad justa compuesta de hombres injustos. Otra cosa es que la filosofía política moderna a partir de Hobbes proponga un pacto que rezaría como “cuál tiene que ser el acuerdo que permita una convivencia razonable en una sociedad de individuos egoístas”.

 

LA JUSTICIA

 

Para el mundo clásico y en concreto para Platón y Aristóteles la justicia es una una virtud moral que se traslada a la vida pública y como virtud es una cuestión puramente matemática: el hacer cada uno aquello que le es propio. Si bien Aristóteles sólo ofrecía una vía al hombre, puesto que la humanidad era la misma cosa para todos, Platón, desde la óptica del  pragmatismo político, propone diferentes vías, ya que podría ocurrir que fuese pedir demasiado que todos los hombres aspirasen a la perfección humana. Quizás haya hombres que no pueden o no quieren aspirar a la perfección. En este caso, lo que habrá que hacer es pedir a cada uno aquello que le toca dar a la comunidad y dar a cada uno aquello que le corresponde obtener de ella.

 

Llegados aquí, sólo restaría hacer una clasificación de los hombres según sus tendencias y aspiraciones saber qué es lo que realmente le es propio a cada cual. Esto no es otra cosa que una clasificación de las almas de los hombres.

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